El coronavirus no es solo una pandemia física sino también psicológica.
En el ámbito laboral, pasado el primer momento de impacto y cuando el tele-trabajo ya está en marcha, llega una segunda fase de preocupación para las empresas marcada por el estrés y los posibles riesgos psicológicos que esta realidad puede provocar entre los trabajadores.
Sabemos que la incertidumbre y el aislamiento ante cualquier situación, no solo frente a la actual epidemia, generan en nosotros reacciones emocionales que pueden variar tanto en su naturaleza como en su intensidad: miedo, ansiedad, desconfianza, ira, irritabilidad, tristeza, desesperación e impotencia son algunos ejemplos.
Estas reacciones emocionales y las manifestaciones fisiológicas que las acompañan (fatiga, cambios en el apetito, cambios en el sueño, dolor de cabeza…) impactan a su vez en nuestros pensamientos y percepciones, que se vuelven mucho más catastróficas y que hacen que nos resulte difícil concentrarnos, poner nuestros pensamientos en orden, mantener nuestra atención, tomar decisiones, pensar en planes a futuro.
¿Cómo podemos actuar?
Hay que poner en marcha todas las ayudas posibles para reducir el impacto psicológico de la situación del coronavirus:
- Escuchando las preocupaciones, temores y reacciones de los empleados;
- Transmitiendo buenas prácticas y estrategias como obtener el nivel correcto de información y mantenerse actualizado para poder dar respuestas fiables a sus propios trabajadores;
- Aplicando medidas de prevención y protección;
- Desarrollando condiciones de trabajo adecuadas;
- Organizando un tele-trabajo eficiente; y sobre todo implantando programas de apoyo y asistencia psicológica a los empleados, ya que pueden ser una de las soluciones más eficaces.
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