6 dic 2019

Vida laboral Nómadas digitales: trabajar desde el paraíso también es duro

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Nómadas digitales: trabajar desde el paraíso también es duro

Viajar por el mundo (y trabajar al mismo tiempo) no es tan genial como se ha vendido

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La digitalización del trabajo ha abierto un mundo de posibilidades a los viajeros. Si hace un siglo los artistas y los escritores eran de los pocos que podían permitirse trabajar desde el país que quisieran, la expansión de internet, la sofisticación de las tecnologías de la comunicación y la informática han permitido que cada vez más tareas se puedan realizar de forma remota. Y eso, a su vez, ha propiciado el surgimiento de una nueva categoría de profesional, cuyo estilo de vida es radicalmente distinto al de la mayoría: el nómada digital. Son envidiados porque recorren el mundo durante años, estableciendo la residencia de forma temporal allí donde prefieren. Entran en contacto con distintas culturas; visitan lugares mágicos. Y trabajan, claro, pero nunca desde una oficina.


Pero el nomadismo también tiene su lado oscuro. “Ante todo, ser nómada digital requiere muchísima organización”, explica Antonio G. Romero desde Chiang Mai, Tailandia. “Hay que estar pendiente de tener buena conexión a internet, lo que no es sencillo en algunos países. Cuando hago alguna consultoría me aseguro de tener tres wifis disponibles por si se cae alguno”. Este arquitecto de 29 años lleva más de 400 días dando la vuelta al mundo con su novia Cris. Por el momento han recorrido Europa, Oriente Medio y parte de Asia, donde todavía planean quedarse otro año más. “Entre 2019 y 2020 estaremos en África, y para 2021 habremos llegado a América”, ilustra. Ha logrado su sueño de viajar sin parar gracias a su blog Inteligencia Viajera, en el que enseña cómo “ganar dinero mientras viajas”. En su caso, se las ingenia para trabajar solo dos días a la semana, aunque reconoce que todos los días responde emails y está pendiente del teléfono. De eso no se escapa nadie, por lejos que se vaya.


“Uno de los mayores problemas de mi modo de vida es encontrar el equilibrio adecuado entre el trabajo y el ocio”, dice Sigbjørn Hovda. Este noruego de 32 años dejó un cómodo trabajo en el sector financiero para dedicarse a la traducción. Ha vivido en varios países, primero con su novia y, desde que lo dejaron hace dos meses, él solo. De recorrido por España, ha estado una temporada en Málaga y estos días se encuentra en Madrid, de donde dará el salto a Portugal. Disfruta visitando lugares nuevos, pero no consigue quitarse de la cabeza sus deberes laborales. Estar disponible en el huso horario del cliente también puede suponer un quebradero de cabeza y hasta desbaratar cualquier plan turístico.


Quienes llevan más tiempo embarcados en el nomadismo digital le encuentran otros defectos. La soledad es el más repetido. “Por muy sociable que seas, al final estás solo. Puedes conocer gente, pero siempre de forma temporal. Tampoco ves mucho a tu familia y amigos”, apunta Massimiliano Sartoretto, un desarrollador web de 25 años que lleva dos conociendo mundo mientras trabaja de forma remota para una startup de San Francisco y otra italiana. Dejando los sentimientos al margen, vivir por su cuenta tiene otros inconvenientes. “Como empecé a trabajar a la vez que viajaba, nunca tuve un desarrollador senior al lado que me ayudara a resolver dudas”, expone. El lado positivo de ser autodidacta por la fuerza es que considera que le ha ayudado a madurar profesionalmente; el negativo, que ha pasado muy malos ratos por el camino.

Nómadas digitales: trabajar desde el paraíso también es duro


Massimiliano, como tantos otros en su situación, recurre a los coworkings no solo para relacionarse con gente, sino para rodearse de otros desarrolladores con los que intercambiar experiencias. Ahora mismo está en Las Palmas, donde tiene pensado pasar unos seis meses (“Hay gente que cambia de país cada dos o tres semanas, a mí eso me estresa”). CoworkingC, el espacio en el que trabaja, también ofrece la posibilidad de alojamiento (coworking y coliving). “Organizamos muchas actividades para que nuestros huéspedes se relacionen y entren en contacto con la isla. Lo valoran mucho”, explica Nacho Rodríguez, consejero delegado de CoworkingC.

¿Y qué hay de la carrera profesional? ¿Convertirse en nómada digital permite progresar? Cada caso es un mundo. Para la neoyorquina Sarah Marie Funk, de 27 años, haber dejado su trabajo en Disney para montar su propia empresa (un blog de viajes) ha sido un paso hacia adelante. “Estoy aprendiendo poco a poco lo que significa ser tu propio jefe. Está siendo una experiencia muy enriquecedora, aunque echo de menos la seguridad de ingresar un sueldo todos los meses”, explica por email.

Sigbjørn lo ve de otra manera. “Trabajar como freelance es estimulante, pero no estoy seguro de que sea sencillo reincorporarme al sector financiero después de haber pasado un tiempo considerable fuera del radar. Ahora mismo no me importa, pero no sé qué pensaré de aquí a un tiempo”, reflexiona.

-Familia Nómada:

Los eslovacos Peter Szinek y Marianna Kénesy tienen dos hijas, una de cinco años y otra de 10. La mayor tenía año y medio cuando se mudaron a la India y seis cuando decidieron cambiar de residencia regularmente. La pequeña no ha conocido la vida sedentaria. “Ha vivido más tiempo en Asia que en Europa. Para ella es normal llamar hogar a nuestro piso de turno de Airbnb y hablar distintos idiomas”, apunta su padre, ingeniero informático. Actualmente desarrolla software para dos compañías. De eso viven los cuatro: Marianna, economista experta en fiscalidad, se ocupa de cuidar y educar a las niñas, aunque también saca tiempo para hacer consultorías.

Los desafíos a los que se enfrenta esta familia nómada son múltiples. Para empezar, su frenesí viajero se ha ido enfriando. “Como tenemos que respetar los cursos escolares, pasamos casi un año en cada destino”, dice Marianna. Algunos familiares y amigos no comprenden su estilo de vida, que consideran irresponsable para con sus hijas. Y luego está la maraña burocrática que comporta ser un nómada digital con hijos. “Algunos gobiernos nos ven como una especie de mezcla de turistas, vagabundos, mochileros y ovejas descarriadas más que como profesionales independientes”, espeta Peter. Conseguir visados, mantener una residencia fiscal para no tener que ir cambiando continuamente o hasta lograr plaza en las escuelas pueden ser tareas agotadoras en según qué países.

“Creo que nuestro estilo de vida está muy idealizado. Pero la realidad es que no es sencillo vivir así. Soportamos tanto estrés laboral o más que quienes trabajan en una oficina”, dice Massimiliano. La diferencia es que, mientras el común de los mortales al salir de la oficina toma un tren o un autobús, cuando él apaga el ordenador, se levanta, anda unos metros y se da un chapuzón en la playa.

retina.elpais.com/retina/2017/04/21/tendencias/1492796142_706548.html

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