Cuando el presentador del telediario se despide con un "buenas
noches", la abuela a veces le responde: "Igualmente, hombre,
vaya osté con Dios". Es lo máximo a lo que deberíamos
llegar a hablar con las máquinas, pienso a veces, a indicarle a gritos desde el
salón al futbolista cómo tiene que hacer un regate, a devolverle el saludo a
los homúnculos que habitan dentro del televisor. De un tiempo a esta parte no
hacemos más que susurrarle a los cacharros. En vez de llamar a la amiga que me
ha hecho un feo, le pongo un audio. Así evito que me rechiste en directo (o así
consigo, tal vez, que me escuche una frase al completo, y que mi cabreo no se
lo lleve el viento). Ella me responde con otro, y así se configuran las
trincheras de una riña en diferido en el que evitamos el conflicto directo y
decir de viva voz lo que pensamos. Receta también válida para el amor. Estas y
otras redes presentan sus ventajas, pero me hace pensar en que la forma en que
nos comunicamos determina en gran medida la manera de relacionarnos. Lo
llaman amor líquido, pero también podría llamarse amor -y odio- del
lacio.
Pero aquí no queda la cosa. "Ha llamado usted a Nadie S.A. Para hablar
en castellano, pulse 1. Para galego, preme 2… Diga alto y
claro su número de DNI. Lo siento, no le he entendido bien. Diga ahora el
motivo de su consulta. Ha dicho "quiero hablar con humanos".
Si es correcto pulse 1…". Este tipo de conversaciones con la nada y para
nada se han normalizado en nuestro Sistema. Energéticas, bancos, seguros,
operadoras de telecomunicaciones, ciertas administraciones, grandes empresas
gobernadas por El Hombre Invisible, han perfeccionado un poderoso sistema de
incomunicación basado en desalentar a quien venga a molestarles con consultas o
reclamaciones. A su vez, se muestran realmente proactivas en el trato persona a
persona para hacer un contrato plagado de cepos. A quienes la brecha
tecnológica les ha cogido a este lado, fuera de las pantallas, les aflige más
la impotencia a la hora de hablar con máquinas programadas para incomunicar.
https://www.diariodealmeria.es/opinion/articulos/Hablar-maquinas_0_1417658282.html
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