El trabajo líquido se puede definir como un modelo que permite que las empresas
puedan contar en todo momento con el talento que mejor responda a las
necesidades de su actividad. Los trabajadores y trabajadoras, por su parte, adquieren un rol mucho más activo, en el que no quedan limitados por su posición dentro de una empresa, sino que son capaces de transitar entre compañías, departamentos y proyectos, según lo que pueda aportar más a su vida profesional.
El trabajo líquido permite que las corporaciones puedan encontrar a profesionales con perfiles muy especializados, capaces de enfrentar los nuevos desafíos laborales, en un plazo más corto y en cualquier parte del mundo. La exigencia que requiere el entorno volátil en el que vivimos hoy en día es uno de los factores más relevantes tras esta flexibilización, según el subdirector general de la Fundación más humano, Tomás Pereda. "A la velocidad con la que cambian las cosas, ninguna empresa en el mundo puede aspirar a tener todas las capacidades que necesita en todo momento, sobre todo en el ámbito de la tecnología", asegura.
Este modelo también supone un cambio operativo y de mentalidad por parte de las empresas. Como señala Catalá, "la mayor flexibilidad o liquidez en el trabajo exige una forma de organizarse, unas metodologías de trabajo y unos estilos de liderazgo muy diferentes a los tradicionales", que se adapten a una realidad más descentralizada y que se basen en confianza en los equipos.
"Uno de los puntos fuertes del trabajo líquido es que da una mayor confianza a los equipos, que ganan en autonomía para organizar su trabajo y sus compromisos según el tiempo y los recursos disponibles", subraya Imma Catalá, responsable de Estrategia y Desarrollo de Soluciones en el área de Talento y Cultura de BBVA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario