Espaldas y articulaciones dañadas por el exceso de trabajo, las gerocultoras reclaman que sus dolencias se reconozcan como enfermedades laborales. "Trabajamos con seres humanos".

Como ocurre con las kellys, la mayoría son mujeres. Pues eso, que son las que limpian, las que cuidan. Tareas femeninas desvalorizadas y que muchos creen que se hacen solas o por arte de magia.
Muchas han confesado:
«No tenemos reconocida ninguna enfermedad laboral».
«La mutua me dijo que cambiase de trabajo».
«Yo he ido a trabajar con gastroenteritis. Si pierdo 100 euros, no llego a pagar el alquiler».
«A mí no me bajan del burro, falta humanidad».
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