30 ene 2020

Espaldas destrozadas por menos de mil euros al mes: así trabajan las mujeres que cuidan de ancianos.



Espaldas y articulaciones dañadas por el exceso de trabajo, las gerocultoras reclaman que sus dolencias se reconozcan como enfermedades laborales. "Trabajamos con seres humanos".

Resultado de imagen de gerocultoraTodas se dedican al cuidado de personas mayores en residencias del sector privado. Ninguna cobra más de 1.000 euros y pocas veces sobrepasan los 950 euros por turnos de siete horas. Pasan los años y el desgaste físico se nota: espaldas destrozadas de mover los cuerpos de los internos, cervicales y lumbares siempre doloridas por la carga de peso excesivo o articulaciones como los codos y rodillas hechos polvo de tanto doblarse. Como consecuencia, el empleo de fármacos para soportar el dolor físico. A ello, se le suma el sufrimiento mental y psicológico por las cargas de trabajo excesivas.

Como ocurre con las kellys, la mayoría son mujeres. Pues eso, que son las que limpian, las que cuidan. Tareas femeninas desvalorizadas y que muchos creen que se hacen solas o por arte de magia.

Muchas han confesado:

«No tenemos reconocida ninguna enfermedad laboral».
«La mutua me dijo que cambiase de trabajo».
«Yo he ido a trabajar con gastroenteritis. Si pierdo 100 euros, no llego a pagar el alquiler».
«A mí no me bajan del burro, falta humanidad».

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